BRUSELAS.- Cuando el presidente norteamericano, Joe Biden, y los otros 29 líderes de la OTAN ingresaron a la inmensa sede de la Alianza Atlántica en Bruselas, el jueves por la mañana, pasaron frente al fragmento grafiteado del Muro de Berlín, un monumento al convencimiento que tenía Europa de haber logrado una victoria permanente sobre su adversario nuclear y autoritario, que había amenazado a Occidente durante toda la Guerra Fría.
Exactamente un mes después de la invasión de Rusia a Ucrania, el humor que reinaba en la cumbre extraordinaria de la OTAN era una mezcla de temor y sensación de oportunidad.
El temor es por la primera consecuencia inmediata de la guerra, que ha vuelto a dividir Europa en dos campos armados, aunque esta vez la Cortina de Hierro tenga otras características. Y la oportunidad es que a 30 días de iniciada esta guerra delirante y malparida Rusia ya ha cometido tantos errores que algunos de los líderes de la OTAN creen que, si Occidente juega bien la siguiente mano, Vladimir Putin puede fracasar en su evidente objetivo de tomar toda Ucrania.
Eso no significa que los ucranianos vayan a ganar: el país está destrozado, hay millones de ucranianos dispersos y desplazados de sus hogares, y entre los líderes que se reunieron en Bruselas cundía el presentimiento de que las escenas de destrucción y violencia pueden durar meses o años. Ninguno prevé un escenario en el que Putin se retira de Ucrania. Por el contrario, la preocupación es que pueda redoblar los ataques, recurriendo a armas químicas o incluso a armas nucleares tácticas.
Durante la serie de reuniones, el presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, apareció dos veces desde su puesto de mando en Kiev y les dijo a sus colegas mandatarios que por orgullosos que estén de la forma en que enfrentaron a Putin, con lo que hicieron no alcanza. De hecho, Zelensky dejó entrever que Ucrania está librando una guerra por Europa, que ni los europeos ni los ucranianos podían darse el lujo de perder, porque Putin no iba a detenerse en las fronteras de Ucrania.
Zelensky les recordó que hace precisamente un mes se dirigió a ellos con un pedido razonable y perfectamente claro: “Que nos ayudaran de alguna manera a cerrar nuestros cielos, que protegieran a nuestro pueblo de las bombas y misiles rusos”.
“No obtuvimos una respuesta clara”, dijo Zelensky sin el menor intento de endulzar su crítica. “Y acá tenemos las consecuencias: más personas muertas, más cuántas ciudades pacíficas destruidas”.
La reunión extraordinaria de la OTAN fue idea de Biden y tomó por sorpresa a algunos diplomáticos europeos, que rápidamente tuvieron que ponerse a elaborar propuestas –desde nuevas sanciones contra Rusia hasta una promesa de suministrar equipos de protección química y biológica a Ucrania–, para enviar señales claras de que están tomando medidas concretas, y no reuniéndose a charlar del problema.
De hecho, el norteamericano llegó a proponer la expulsión de Rusia del G-20, el grupo de las 20 economías industrializadas, una organización a la que pertenece China y donde conviven democracias y Estados autoritarios. Y si Rusia no pudiera ser expulsada, Biden sugirió entonces incorporar a Ucrania a las reuniones del G-20, una medida que enfurecería a Putin.
El peligro, sin embargo, también es resultado del éxito casi inmediato de esta campaña de presión de la OTAN.
Si bien el propósito manifiesto de las sanciones es obligar a Putin a retirarse de Ucrania, en los márgenes de la reunión ningún líder manifestaba demasiado optimismo en ese sentido. Más bien todo lo contrario: la preocupación que impregna a la OTAN es que la frustración, el aislamiento y las críticas internacionales empujen a Putin a escalar la violencia.
Por eso en el interior de la sede de la OTAN se pasaron tanto tiempo debatiendo cómo responder ante una eventual escalada, sobre todo si Rusia usa armas químicas para obligar a Zelensky a abandonar Kiev. Tras la reunión, a Biden le preguntaron repetidamente sobre la respuesta que daría la OTAN, pero evitó responder.
En los últimos días, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, habló de la urgente necesidad de proporcionarles a los ucranianos algún tipo de equipo de protección contra armas químicas, y dijo que las naciones de la OTAN entrarán en estado de alerta máxima ante cualquier señal de liberación de químicos en la atmósfera.
Los funcionarios se niegan a revelar qué informaciones de inteligencia hay detrás de la advertencia de que Putin podría recurrir a armas no convencionales, más allá de que antes lo haya hecho contra espías y disidentes exiliados.
